¿Sabes cuál es la verdadera tragedia?
No es hacer el ridículo.
Es no haberlo hecho nunca.
Es quedarte en silencio por miedo a incomodar. Es dejar esa idea en el cuaderno por miedo a no estar a la altura. Es quedarte sentada mientras otras personas se animan a moverse. Es congelarte frente a una cámara, frente a la hoja en blanco, frente a un escenario, frente a tu propia vida, por temor a fallar antes de haber siquiera empezado.
Querida Musa,
Si esto te llamó la atención, es probable que sepas lo que se siente dar cringe.
Sentir cringe no significa que lo estés haciendo mal. De hecho, muchas veces es todo lo contrario. Es una señal de que te estás moviendo. De que estás probando. De que estás saliéndote, aunque sea un poquito, del molde que te enseñaron a seguir.
Nos entrenaron para ocultar la torpeza, para silenciar la emoción, para evitar a toda costa que alguien nos vea en el acto de intentar. Sobre todo, de intentar más de una vez. Pensamos que es mejor no mostrarnos hasta “estar listas” - spoiler alert - casi nunca lo estamos. Crecimos creyendo que el éxito es algo que pasa, como por accidente. Que un día despiertas y ya. Lo lograste. Pero nadie te cuenta lo que hay antes de ese día (si es que ese día llega): el intento, la repetición, el miedo de fondo, las veces que quisiste dejar todo, los rechazos y muchísimo aprendizaje ¿cómo se supone que vamos a pulir nuestro arte si no nos damos permiso de hacer el ridículo primero?
Y así, nos pasamos la vida tratando de evitar ese momento incómodo. Ese en el que se nos quiebra la voz. En el que algo no sale como esperábamos. En el que nos atrevemos y sobrepasamos el miedo al que dirán. Ese momento en el que hay un silencio —largo, pesado, incomodo— después del intento fallido. Evitamos el temblor, la exposición, la posibilidad de que alguien nos vea sin saber exactamente qué estamos haciendo.
Pero intentar, de verdad, siempre implica riesgo. Mostrarse implica riesgo. Vivir con intención implica dar cringe. Y claro que da pena. Nos da pena que nos vean torpes, sensibles, todavía en proceso. Nos cuesta aceptar que el camino hacia algo valioso muchas veces se ve… mal. Se siente mal. Pero así es. La vida no es una escena pulida ni una presentación de PowerPoint. Es un proceso. Y en ese proceso, dar cringe no solo es inevitable, es parte del trato.
Hacer el ridículo es, muchas veces, el primer paso hacia algo grande. Empezar a vivir desde la autenticidad es soltar la ilusión de que siempre vas a caer bien, vas a verte aesthetic o de que tienes que hacerlo “todo bien” para merecer ocupar tu espacio. No dar cringe no es una virtud. Es una señal. Una alerta de que estás demasiado cómoda, demasiado cuidada, demasiado moldeada por lo que se espera de ti.
Porque el mundo entero es cringe. El amor lo es. El deseo lo es. El duelo, el éxito, el fracaso, la fe, la esperanza… todo eso que nos mueve por dentro escapa a las formas y a las reglas. Todo eso que nos hace humanxs no es elegante, ni fácil de mirar, ni perfectamente coreografiado. Y por eso, vale tanto la pena.
Si no estás dando cringe, tal vez estás siguiendo un guion que no escribiste tú. Tal vez estás tratando de gustar más de lo que te permites sentir. Tal vez estás caminando en línea recta solo para no desentonar. Pero la verdad es que vivir no es un recorrido ordenado ni limpio. Vivir es caerse. Es improvisar. Es mostrarte sin tener todas las respuestas. Vivir es tener el valor de decir: "Sí, soy yo. Y mañana voy a caerme mejor todavía".
Existir de verdad implica romper con la idea de que hay que parecer perfecta para ser digna de ser vista. Es desobedecer suavemente —pero con firmeza— todo lo que nos enseñaron sobre tener que vernos perfectas para valer. Existir de verdad es animarse al absurdo, al error, a la emoción que se nota, al juego. Es dejar de ocultar la vergüenza y empezar a caminar con ella.
Porque la vergüenza no es el obstáculo. Es parte del camino. Y dar cringe, a veces, es la señal más honesta de que te estás permitiendo ser tú misma.
Así que tal vez la pregunta no sea: ¿Cómo hago para no dar cringe?…
Tal vez la verdadera pregunta sea:¿Cómo me permito existir con todo lo que soy, aunque eso implique ser incómoda, torpe, intensa… y profundamente humana?
Porque las musas no bajan cuando todo está en orden. No vienen cuando estás perfecta. Las musas bajan cuando estás presente. Y estar presente, con todo lo que eres —insegura, emocional, viva— a veces se parece exactamente a eso: un hermoso y necesario acto de cringe.
Hay tantas artistas que dieron cringe antes de hacer historia.
Pienso en la Rosalía (Musa de Musas). Te dejé su video para que sientas cringe conmigo. Esa chica nerviosa, desafinada, a la que le dijeron que mejor se dedicara a otra cosa… años más tarde creó El Mal Querer, Motomami, y se llenó de Grammys.
¿Quién lo hubiera dicho? Seguramente ella sí. Porque sabía lo que tenía dentro. Porque no renunció a su visión, ni siquiera cuando le dijeron que no daba la talla, que desafinaba demasiado, que no tenía lo necesario. No necesitó que creyeran en ella para seguir. De hecho, a veces que no crean en ti es lo mejor que te puede pasar: te libera de la obligación de cumplir con las expectativas ajenas.
La tierra fértil no siempre viene en forma de apoyo. A veces viene en forma de rechazo. Y justo ahí, en esa grieta, empieza a crecer algo más fuerte. Algo más tuyo. Porque cuando, a pesar del "no", vuelves a aparecer —con más coraje, con más verdad— estás confirmando que tus sueños laten dentro de ti por una razón: porque saben que eres capaz de darles forma.
Y aunque jamás lo logremos “como se espera”, al menos sabremos que no nos rendimos. Que lo intentamos con el corazón al frente. Que no nos quedamos con el “¿y si…?” en la boca, en la mente, en el pecho.
Eso nunca le va a pasar a la Motomami. Porque como ella dice:
“Sé quién soy,
y a dónde voy, ya nunca se me olvida.
Yo manejo, Dios me guía.”
Escritoras como Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik, Sylvia Plath. Mujeres que fueron “demasiado sensibles, demasiado intensas, demasiado todo” para su época. Qué cringe, dijeron entonces. Y sin embargo, hoy sus palabras siguen abriéndonos en dos. Nos siguen tocando donde más duele y más importa.
Yoko Ono fue ridiculizada por su arte sonoro, su performance y su activismo. Muchos la acusaron de “arruinar a los Beatles” cuando lo que hacía era desafiar la norma con arte feminista y experimental. Hoy se la reconoce como una pionera del arte conceptual y el performance.. Björk, acusada de rara, excéntrica, “demasiado intensa”. Su forma de cantar, vestirse y expresarse causó incomodidad en los 90’s. Lady Gaga: En sus primeros años, la llamaban ridícula, exagerada, “una copia rara de Madonna”. Su look con carne cruda, sus performances teatrales, su vulnerabilidad emocional eran blanco de burla. Hoy ambas, son íconos de libertad creativa y sensibilidad brutal... a todas las señalaron por ser distintas, incómodas, viscerales. Pero para ellas, la necesidad de crear, de expresarse, de decir lo suyo, aunque no gustara fue más fuerte que el miedo a hacer el ridículo.
Eso es lo que más admiro.
No que no hayan dado cringe.
Sino que lo hayan hecho… y hayan seguido adelante.
“La vida es un tapiz hermoso que necesita ser experimentado”, dice una línea de Memorias de un caracol. Y tiene razón. No vinimos a doblar esquinas sin rozar nada. Vinimos a sentirlo todo. A intentar. A equivocarnos. A amar mal y luego mejor. A mostrarnos antes de estar listas. Dar cringe es parte del tejido. No es el error, es el hilo suelto que le da textura a la historia. Y si vas a hacer algo con tu vida, que no sea evitar el ridículo. Que sea vivirla entera, aunque tiemble, aunque duela, aunque a veces no se entienda del todo. Porque lo más valiente que puedes hacer no es brillar, es seguir tus sueños y aprender en el camino.
🥣 Receta para dar cringe sin morir en el intento 🥣
Ideal para días en que te sientes ridículx, principiante o simplemente humanx
Ingredientes
1 idea no del todo lista
2 sueños que te den un poco de vértigo
3 cucharadas de entusiasmo sin explicación
1 taza de ensayo/error (agrega una lloradita y un café si lo deseas)
Un puñado de pensamientos autoboicoteadores (vas a tenerlos igual, así que mejor nombrarlos)
Dosis pequeñas de incomodidad diaria
Ganas de probar sin garantías
Celebración al gusto
Instrucciones
Saca esa idea del horno antes de que esté doradita. Lo perfecto no existe y lo crudo también alimenta e inspira.
Exprésate sin necesidad de contexto. Habla de lo que amas aunque nadie te lo haya preguntado.
Declara tus sueños en voz alta. No los llames “pequeños”. Si te da vergüenza, dilo igual. A los sueños no se los mide, se los sostiene.
Mezcla el ensayo con el error. Revuelve bien. Agrega descanso y vuelve a intentarlo mañana.
Disuelve las dudas a fuego lento. Tu mente va a querer ahorrarte energía. Lo nuevo parecerá “peligroso”. No lo es. Es expansión.
Hornea a baja temperatura. Empieza en voz baja, en privado, en chiquito. Pero empieza.
Sube ese video, ese poema, ese intento raro. El mundo no necesita más cosas perfectas. Necesita más gente real.
Agita con el cuerpo. Baila sin ritmo. Llora sin explicación. Ríe sin filtro.
Incorpora incomodidad sin miedo. Si molesta un poco, probablemente está funcionando.
Sirve con una cucharada de presencia. Aunque tiembles. Aunque no sepas qué estás haciendo.
Decora con celebración. No esperes a que algo sea “un logro”. Celebra el intento. Celebra que volviste a hacerlo. Celebra que lo estas intentando. Celebra tu capacidad de soñar. Celebra tus intentos, incluso los torpes, incluso los que nadie vio. Celebra a quienes se atreven, aunque no les salga perfecto. Aplaude el coraje, no solo el resultado. Eso también es una forma de cambiar el mundo.
Recomendaciones de uso:
Tomar en dosis regulares. Funciona mejor si se comparte con otras personas que también se animan a hacer el ridículo con estilo.
Advertencia:
Puede provocar efectos secundarios como autenticidad, libertad y el deseo irreprimible de volver a intentarlo.
Gracias por leernos hasta aquí 💌
¿Y tú, qué piensas del cringe?
¿Tienes alguna anécdota que quieras compartirnos? ¿Algún aprendizaje vergonzoso que hoy agradeces? Nos encantaría leerte.
Por nuestra parte, hemos aprendido que es mucho más fácil ser constante cuando no estás sola. Y cuando el propósito es más fuerte que el miedo. Al final, dar cringe también es una forma de jugar. De quitarle solemnidad a la vida. De atrevernos sin saber qué va a pasar.
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Con mucho amor (y sin miedo a hacer el ridículo),
Camila & Cris
Cuando bajan las musas
Hermoso! Me encantó la receta, gracias por compartir 🤍🙏🏽✨️
Totalmente! Hay que arriesgarse, aunque se de cringe. Estoy muy alineado con eso 💪🏻